Los buñuelos de viento, muy populares durante la Cuaresma, tienen un origen antiguo.
Los judíos sefardíes ya los elaboraban des del siglo X, y también encontramos referencias en Al-Andalus, en el siglo XIV. Inivialmente, su composición se basaba en una masa de harina de trigo, leche, azúcar, huevos y levadura, y se freía en forma de pequeñas bolas. Con el tiempo se han añadido ingredientes como el limón (la piel y el aroma), el anís, la canela o la vainilla.
Su consumo durante la Cuaresma, un período de abstiencia y ayuna del Cristianismo, se debe a la necesidad de consumir alimentos calóricos y azucarados para compensar las renuncias a otros alimentos. Especialmente, los Cristianos dejaban de consumir carne y pescado durante toda la Cuaresma, con la única excepción del pescado los viernes.
La tradición era consumir los buñuelos en miércoles y viernes de Cuaresma, lo que se ha mantenido en pastelerías y panaderías.
Los buñuelos de viento, los más populares, tienen un tamaño pequeño, de alrededor de 3cm de diámetro, y se espolvorean con azúcar después de freírlos.
La otra modalidad, también popular, son los buñuelos del Empordà, conocidos como «bruñols», un poco más grandes de tamaño, ovalado y con un agujero en medio.
Como hecho curioso, en algunos países de Latino-America se consumen unos buñuelos similares a los que se hacen aquí como postres del día de Navidad. En algunos países europeos -Italia, Francia o Países Bajos- también los hacen similares. También en la India o Turquia tienen dulces que se parecen a los buñuelos.
Imagen: Ara Mengem (Autor: Jordi Castellano Boladeras)